Por Nieves García Centeno
Irse de crucero por el Mediterráneo solo y por primera vez tiene su punto. Desconectas. Unos pocos días son suficientes, sino la singladura puede resultar eterna y también depende de las escalas que estén incluidas en la ruta.
Para parejas es ideal; esos paseos por la cubierta, de proa a popa, foto aquí y allá, teniendo como marco unas maravillosas puestas de sol sobre un mar eterno. También con una o dos amigas, selfie va y viene; o si se prefiere en plan pandilla, aunque recomiendo que los colegas se conozcan muy bien por eso de ponerse de acuerdo en las actividades a realizar, horarios, etc. sin que surjan desavenencias. Y para familias con niños (incluyo hasta bebés), ¡es la gloria bendita! Los más pequeños tienen mini parques acuáticos, salas de juegos, de deporte, cine, guarderías, mientras los papás se pueden relajar sin dudarlo.
Porque en un crucero se puede hacer de todo. Hay hasta bingo, discoteca, teatro, sala de internet, spa, restaurantes varios… y el buffet. Te vas a hartar de comer, me dijeron. Bueno, pues no. Este maravilloso sitio no está abierto siempre, y como no estés al tanto, te puedes quedar sin llevar nada a la boca una vez que llegas agotado y famélico de las visitas a tierra. Porque conocer las ciudades en donde el barco atraca cada mañana puede resultar el mayor atractivo del viaje: Barcelona, Mallorca, Marsella, Savona, Génova, Roma, Cerdeña, Nápoles, Atenas, etc. Puedes ir por tu cuenta o apuntándote a las excursiones que realiza la naviera, que, por supuesto, están muy bien, pero que cuestan el triple de lo que te puede salir si vas por libre, y menos instructivas. Nada como patear desde el puerto nuevo (la mayor parte están en obras ampliando muelles) hasta el puerto viejo y luego indagar qué autobuses coger para ir a uno u otro monumento, museo, plaza o lo que se precie. La vuelta de estas rutas, a una hora demasiada temprana para mi gusto, siempre es estresante, ¡no vaya a ser que se vaya el crucero sin ti!
Los meses primaverales u otoñales son los mejores para encontrar cruceros a buen precio, luego añade el desplazamiento al puerto desde donde salga el barco, y los extras que se te pueden ir acumulando, como las excursiones, las bebidas (si no has contratado el todo incluido), Wifi y los gastos en tierra. Y ya. Si no quieres gastar más no tendrás necesidad.
La llegada al barco es emocionante, todo por descubrir, y es igualito que subir a un avión. Hay que pasar varios arcos de seguridad, facturar maleta, que luego te llevarán a tu camarote, y esperar en la zona de embarque hasta la hora indicada y por turnos numerados, ya que nos juntaremos en el barco más de cinco mil personas, entre tripulación, la mayor parte filipinos o malayos, y viajeros. Antes habrás tenido que cubrir un cuestionario de salud, no vaya a ser que contagies la gripe o algo peor al personal. Entonces tendrás que empezar a sacar tu faceta políglota, porque de todo menos español: inglés, francés, italiano, … Acabarás contestando de todo: merci, thank you, grazie, menos gracias. Ya estás a punto de cruzar la pasarela que te separa de tierra firme, pero te paran para hacer dos fotos, una de control, ¡y otra delante de un timón que es la que te querrán vender, entre otras, como recuerdo de la travesía!
Por fin estás dentro del navío, ¡qué lujo, qué lucerío y colorido, qué moquetas, cuántos ascensores! Si, doce lifts por planta, de las once que cuento. Voy a mi camarote; es pequeño pero bien decorado, con TV, el baño, armario, toallas, jaboncitos, secador de pelo .... No tiene ventana, pero también por eso ha resultado más económico; los hay con ella, con balcón e incluso suites. Me gusta. Allí está la hoja del diario de a bordo donde te explican lo que va a haber en el barco ese día y que irán renovando cada jornada. Al llegar es obligatorio hacer un simulacro de abandono del crucero, de lo que nos informan en el salón de actos. Te tienes que presentar con el chaleco salvavidas, de color naranja (el de la tripulación es amarillo), que encontré en el armario. Allí nos muestran un vídeo sobre qué hacer en caso de cualquier percance, incendio, hundimiento, que se avisa con siete pitidos y uno largo final, y ya por grupos, cuál sería la zona de mi bote salvavidas. Estas indicaciones se realizan todas las veces que suben nuevos pasajeros.
Cuando el barco sale del puerto, la mayor parte subimos a cubierta; el mejor sitio es la popa, a la vez que las barandillas se llenan de viajeros diciendo adiós a la gente en tierra y a la que como nosotros está en otros cruceros, a veces más de siete, esperando también para salir. Suena la bocina y semejante mole naviera comienza a moverse. Pelos como escarpias.
Y entonces podemos comenzar el tour por el barco. ¡Es para perderse! De babor a estribor, de proa a popa, tumbonas por todos lados, piscinas, jacuzzis, y dentro, más piscinas. En los otros pisos (los puentes, para ser más exactos, y cada uno con su nombre) encuentras, además de los camarotes, distribuidos en pasillos interminables, los salones con pistas de baile, bares, restaurantes, alguien tocando el piano, una voz femenina, y el desk de recepción, a rebosar de gente que plantea dudas de todo tipo. Allí voy yo también, pues he hecho ya muchas fotos que quiero a subir a las redes sociales y necesito wifi ya! Eso sí, pagando una cuota.
La cena, en dos turnos, se puede hacer en alguno de los restaurantes, lo que te permite relacionarte con otros cruceristas, ya que te colocan por mesas, y pagando las bebidas, of course. Así pude conocer a una pareja jubilada de Valencia, ya verdaderos expertos en cruceros, y que nos iban explicando todas las incógnitas; una pareja joven de Zaragoza, también su primera experiencia, y un padre ruso con su niña, aunque residentes en España, y con los que vas manteniendo conversaciones de la travesía, los platos del menú que te van sirviendo o sobre la tripulación, como que entran en tu cabina tropecientas veces al día.
Según rezaba el diario de navegación, todos los días a las siete y media (que será el horario de los que cenen en el primer turno, y de esta manera nos reparten por el barco) tendremos una actuación en el teatro, con espectáculos de patinaje, baile, canciones, tipo revista, con un nivel espectacular, la verdad sea dicha. Después de la cena vuelve a haber más actuaciones, música en directo, discoteca. O simplemente atreverse a subir a cubierta, bien abrigado, y disfrutar de la noche y el mar, mientras a lo lejos ves al resto de cruceros iluminados acompañándote al siguiente destino.