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viernes, 25 de marzo de 2011

ARANUI 3: SENSACIONAL Y DIFERENTE...



Si no habéis probado aún algo diferente, si queréis ir a Polinesia y conocer algo más allá de lo típico, si la idea es viajar en un barco fuera de lo normal... el crucero que quieres es Aranui 3. Nuestros clientes vienen siempre encantado y maravillados por la experiencia porque no es el crucero como lo conocemos habitualmente. Aranui 3 es conocer la parte de atrás de las islas donde radica su día a día. Te contamos un poco más para que los conozcas.



A BORDO DEL ARANUI 3
Las Marquesas son unas islas que están fuera de los circuitos turísticos convencionales. El buque Aranui, (http://www.aranui.com/ y GoldiumCruceros.com), mitad crucero, mitad carguero, ofrece la posibilidad de descubrir el labo salvaje del paraíso polinesio. El barco tiene restaurante y piscina, pero también desde 1959 es el único medio de contacto marítimo de las islas con la civilización, y transporta todo lo que puede necesitarse aquí: vehículos 4X4, herramientas, inodoros, colchones, juguetes, provisiones y, por supuesto, turistas. En todos los puertos en que atraca el barco la población se congrega en el muelle para dar la bienvenida al pasaje. No es de extrañar que para los marquesanos la llegada del Aranui signifique todo un acontecimiento. Aranui quiere decir en maorí “camino largo”, y una vez al mes realiza el recorrido desde Tahiti hasta las Marquesas, en dieciséis días. La primera parada ya deja perplejos a los pasajeros. El pequeño atolón de Takapoto, en las islas Tuamotu, es el reino de las perlas negras. Mientras el Aranui realiza las tareas de carga y descarga, los viajeros aprovechan para zambullirse en aguas cristalinas. Tras dos días de viaje por los Mares del Sur, los pasajeros se frotan los ojos. La primera visión de Las Marquesas son las colosales montañas de Ua Pou: “Agujas volcánicas similares a los pináculos de pomposas iglesias”, como las describió Robert Louis Stevenson (En los Mares del Sur).


LAS MARQUESAS

SALVAJES Y POCO EXPLORADAS... UNA DELICIA
A 1.500 km de Papeete la capital de la Polinesia francesa, se encuentran las indómitas islas Marquesas, donde el verde esmeralda envuelve la hermosura brutal de este archipiélago. Las islas están desprovistas de arrecifes, sus costas forman una sucesión de abruptos acantilados donde el oleaje se estrella con estruendo. La naturaleza aquí muestra todo su potencial a través de empinadas montañas y valles profundos que se precipitan sobre el mar. El mito de encontrar el edén en la tierra, hace que estas islas sean el hogar de navegantes solitarios que buscan el aislamiento y sustentan la utopía de encontrar el nirvana. Artistas y escritores reconocidos han tenido buena parte de culpa. Melville y Stevenson dejaron impreso con sus plumas su amor por las islas Marquesas, Gauguin las pinto con colores imposibles, y Jacques Brel les susurro al iodo. Pero quien realmente las descubrió fue el explorador español Alvaro Mendana en 1595. Las bautizo con este nombre en honor de la Marquesa de Mendoza, esposa del virrey de Perú. Este financio a Mendana la expedición para llegar a las islas Salomón con la creencia de encontrar las minas de oro del rey homónimo en el corazón del océano Pacifico. Aunque el navegante español tan solo desembarco en la isla de tahuata, rebautizo a todas las del archipiélago como las Marquesas. Un nombre insólito que nada tiene que ver con la realidad, ya que el semblante de las islas es fuerte, abrupto, masculino. No en vano sus primeros pobladores las llaman te henua enata (tierra de hombres).

TALLAS Y TATUAJES
El archipiélago de Las Marquesas lo forman catorce islas de las cuales solo seis están habitadas y a su vez se dividen en dos grupos: el del norte – NUKU HIVA, UA POU y UA HUKA – y el sur, HIVA OA, TAHUATA y FATU HIVA. Cada isla es celosa de sus privilegios, pero también la unión de todas ellas quiere marcar la diferencia con Tahiti. Una antigua leyenda sostiene que los dioses Oatea y Atanua hicieron brotar las islas del océano para formar la gran casa. Excavaciones recientes confirman que las islas están habitadas desde hace 2000 años, siendo sus primeros pobladores indígenas de Tonga y Samoa. En 1774 el capitán Cook las redescubrió y a finales del siglo XIX fueron anexionadas a Francia. En la actualidad viven en las Marquesas alrededor de 10 000 personas, la mayoría nativos, aunque la comunidad extranjera va aumentado con un goteo constante. La belleza del lugar, su agradable clima y la cordialidad de sus habitantes son las razones de más peso.


PREPARATE A VER PAISAJES IMPRESIONANTES SATURADOS DE AZUL Y VERDE
Los marquesanos son descendientes de guerreros y bravos navegantes, y también grandes artesanos. Tienen una habilidad casi innata para tallar madera y pulir piedra, sus trabajos manuales son apreciados más allá de la Polinesia. Pero su principal soporte de identidad cultural es el tatuaje, el adorno corporal preferido de hombres y mujeres desde hace 1 500 anos. Según la tradición, la finalidad del dibujo era la atracción sexual, la exaltación de la vida y la aspiración a convertirse en dios.


DESDE EL CIELO
NUKU HIVA es la mayor y más importante isla de las Marquesas, su puerto de entrada es la bahía de Taiohae. Mientras dura el desembarco del Aranui en la capital marquesena, los viajeros salen en botes admirando los acantilados hasta que entran en la bahía del Controleur.

AQUÍ VERAS LO QUE SEDUJO A GAUGUIN
En la había del Controleur fue donde en 1842 Herman Melville deserto del ballenero en que viajaba y se fue a vivir al cercano pueblo de Taipivai. El escritor nunca sospecho que los refinados habitantes de aquella bella localidad fueran caníbales y tomando precauciones salió despavorido hacia Tahiti.


NUKU HIVA tiene la idílica visión de la bahía de Hatiheu, la más bella de todas, según Stevenson. El interior de la isla esconde el sobrecogedor me’ae (templo) de Kamuihei: un gran calvario de losas basálticas con petroglifos de tortugas, peces y seres humanos; en el centro se yergue el baniano sagrado, árbol ciclópeo que se alimentaba de los humanos arrojados al pozo de los sacrificios. Hay algo lúgubre aquí; el aire parece inmóvil entre los árboles centenarios, como si retuviera los lamentos de las víctimas.
Para disfrutar de las exuberantes montañas de esta isla, sus picos escarpados, cascadas gigantes y hermosas bahías lo mejor es contratar un viaje en helicóptero con Marquises helicopteres.


UN CEMENTERIO MUY PARTICULAR
Al día siguiente al amanecer, el Aranui llega a la isla de Hiva Oa y atraca en la bahía de las Flechas. En nombre viene asociado a las continuas guerrillas entre balleneros y nativos con la intención de reclutar hombres para la tripulación. Atuona, capital de la isla, cuenta con un cementerio muy visitado, ya que este lugar está unido al destino de dos personajes europeos: en pintor francés Paul Gauguin y el cantante belga Jacques Brel.


El pintor se refugió del mundanal ruido en esta isla para pintar sus mejores obras. “Si ves rojo, pinta rojo”, aconsejaba. Y los rojos que se ven en Las Marquesas son de impresión, como los de los atardeceres en Atuona. En el cementerio de Atuona están enterrados Gauguin y Brel. Puedes visitar sus tumbas. Y conoce el museo Gauguin y la Maison de Jour, su casa-estudio.

LOS SACRIFICIOS
En el noreste de Hiva Oa, la aldea de Puamau conserva uno de los tesoros arqueológicos más importantes de toda Polinesia. Oculto en la selva se hallan los restos del me’ae de Oipoma, célebre por sus tikis (representaciones divinas en piedra) gigantes. En estos lugares sagrados era donde se practicaban toda clase de sacrificios, incluido en canibalismo. Los rituales de antropofagia eran algo habitual en la cultura polinesia, y no se erradicaron hasta 1890, año en que se propago el cristianismo en las islas.

LO MEJOR: ES POCO TURISTICO
Separada de Hiva Oa por el canal Bordelais se encuentra la isla de Tahuata, descubierta y visitada por la expedición de Alvaro de Mendana, que la nombro Santa Cristina. En la localidad costera de Vaitahu se celebró la primera misa católica de Polinesia, ordenada por este navegante español. En la puerta del Ayuntamiento de la localidad, una placa conmemorativa, recuerda a los marinos españoles que navegaron por los Mares del Sur. Fue colocada en 1995 durante la celebración del IV Centenario del descubrimiento de los Marquesas.


Si la visita de los pasajeros del Aranui a la isla coincide con un domingo, se puede asistir a la misa que el padre Celestine oficia en Maori, inglés y francés. La iglesia de Vaitahu es hermosa, de piedra y engalanada con coloridas vidrieras y puertas talladas de madera noble. La ceremonia merece la pena: los canticos son muy alegres acompasados por enormes tambores y guitarras. Además las señoras lucen llamativos sombreros y vestidos de colores.

A PIE HASTA LA BAHIA DE LAS VIRGENES
Siguiendo el periplo del Aranui por las Marquesas llegamos a Fatu Hiva, la más salvaje de todas las islas, donde la vegetación tropical surge entre espectaculares precipicios de basalto. Tan solo cuatrocientas personas habitan esta isla remota y solitaria, fiel reflejo de cómo es la vida en el confín del mundo. Es la isla de los artesanos de tapa, vestimenta tradicional que se elabora a partir de la corteza de árbol. A buen seguro que los pasajeros del Aranui son los únicos visitantes de Fatu Hiva. Los más intrépidos realizan un trekking desde la bahía de Omoa hasta la de Hanavave. Un recorrido de 17km con mil metros de desnivel que recompensa con uno de los parajes más espectaculares de las Marquesas, la bahía de las Virgenes. Anclado en esta ensenada, el Aranui invita a sus viajeros a contemplar el atardecer en su estado más puro: la tarde viste de oro las montañas y las aguas verdiazules se desmayan. Mientras el sol se esconde en el horizonte, la cubierta del barco se transforma en un improvisado escenario donde tripulantes y viajeros cantan canciones acompañados con el sonido del ukulele.
Fuente: Aranui/DeViajes/GoldiumCruceros.com